¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte?
Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.
Generalmente se piensa que la profecía no le hace bien a la gente a menos que trate directamente de los tiempos y circunstancias en las que se encuentran. Esto es completamente falaz. Abraham se benefició mucho más por medio de la profecía acerca de Sodoma y Gomorra de lo que lo hizo Lot; sin embargo, esto claramente no se debió a que Abraham estaba allí, pues él no estaba en Sodoma, mientras que Lot sí estaba allí (Gén. 13:19).
Cuando la profecía se cumpla en toda su amplitud, admito totalmente que habrá quienes sacarán instrucciones mucho más exactas y rápidas. Pero estoy persuadido que el mayor valor de la profecía está a disposición de quienes están ocupados con Cristo, y que estarán en el cielo junto con Él. Si es así, el libro de Apocalipsis debe ser, por lejos, de muchísima más riqueza para aquellos que estamos asociados celestialmente y por gracia con Cristo, siendo miembros de su cuerpo. Sin embargo, estaremos en lo alto cuando la hora de la prueba venga sobre los que moran sobre la tierra.
Se acepta comúnmente que el Apocalipsis será de gran consuelo y ayuda para los santos que atraviesen aquellos tiempos. Pero esta no es una razón válida para descartar que sea de mayor bendición para quienes vivimos en este tiempo de gracia y que seremos arrebatados juntamente con Cristo antes que llegue aquel tiempo. Ciertamente que para los tales las visiones proféticas serán de un valor sin igual cuando estos eventos lleguen; sin embargo, es mucho más valioso para la fe en la actualidad, pues no espera que estos eventos confirmen la verdad de la Palabra, sino que confía plenamente en lo que ella dice. Este es un principio invariable en cuanto a la palabra profética, y también con respecto a la verdad divina en general.
W. Kelly