Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
¡Confiemos más en Él! ¡Busquemos obtener más de Él! Su favor está más allá de nuestra comprensión, ¡Él no escatimó ni a su propio Hijo en favor nuestro! Esto no nos llevará a tener expectativas presuntuosas, todo lo contrario, nos inducirá a sentir la grandeza de Sus dones y nos mantendrá humildes. Entre más somos humillados, más aptos estamos para ver y sentir cómo Dios estuvo, y está, por nosotros, y que Cristo sangró y murió por nosotros, sus enemigos, y que el Padre dio a su Hijo cuando aún éramos impíos. Esta es una perspectiva preciosa para la fe, y solamente la fe la puede contemplar, y cuando vemos esto, podemos ver que todo es nuestro. Al tener a Cristo, lo tenemos todo. «¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?» Dios le ha otorgado innumerables bendiciones al hombre; pero hubo una cosa que Él tenía en el cielo y que era mayor que todos sus otros dones: aquel único don que Él dio. Y habiendo dado esto, ¿nos negará alguna otra cosa que sea para nuestro bien? Cristo es nuestro, y luego todo es nuestro; «y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Cor. 3:23).
Seguirán existiendo dificultades en nuestro camino. Satanás continuará intentando desalentarnos y molestarnos; pero podemos estar seguros que, si Dios nos ha dado a su Hijo, Él nos ha dado todos los recursos para el camino. Nos ha preparado para el momento en que dejemos este mundo y nos ha sostenido por el poder de Dios –llegaremos a salvo, porque Dios, quien nos ha traído hasta aquí, aún es por nosotros; ¿y quién nos separará de su amor? Nuestro camino puede ser oscuro o sinuoso, difícil o peligroso, estar rodeado de tentaciones o preocupaciones, mas Dios siempre es por nosotros. Cristo sufrió, fue tentado, lloró y suplicó, y Él mismo nos sostiene a través de las mismas experiencias, aún con clamor y lágrimas. Mirando a Dios como nuestro Padre y el cielo como nuestro hogar, ¿por qué habríamos de temer?
J. N. Darby