En esto me desperté, y vi, y mi sueño me fue agradable.
Estas palabras de Jeremías se hallan en una sección de sus profecías que ha sido llamada «El Libro de la Consolación» (cap. 30-33). La mayor parte de las profecías de Jeremías, a lo largo de sus 52 capítulos, son muy oscuras, llenas de melancolía y premoniciones, pero los capítulos 30 al 33 tienen un carácter completamente diferente. Jeremías recibe el mandato de escribir estas palabras de consolación profética que le fueron pronunciadas por el Señor (cap. 30:2). Y aunque se menciona el sufrimiento, y el hecho de que Israel pasará por el «tiempo de angustia para Jacob» (30:7), todo apunta a las bendiciones futuras. Habla de la restauración de Israel bajo el Nuevo Pacto en el Milenio (31:31-34).
Dios le dijo a Jeremías que el tiempo del juicio culminaría, pero que primero debía realizar su trabajo correctivo «hasta que haya hecho y cumplido los pensamientos de su corazón» y que «en el fin de los días» lo entenderían. Nosotros también haríamos bien en considerar este «Libro de la Consolación» en Jeremías. Muchos cristianos creen en lo que se denomina «la teología del reemplazo», la cual enseña que Dios ha culminado sus tratos con Israel, y que la Iglesia ha heredado su lugar en la tierra. Sin embargo, Dios dice otra cosa en su Palabra. Él dice que los mismos cuerpos celestes, es decir, las estrellas, el sol y la luna, tendrían que dejar de existir antes de que Él desprecie a su pueblo, Israel (31:35-37). Los esfuerzos por espiritualizar estas profecías para aplicar a las Iglesia, negando así su cumplimiento literal, es un error muy serio.
Jeremías no la estaba pasando bien cuando recibió estas profecías. Estaba en prisión, la hambruna y la enfermedad habían golpeado a la nación, el perverso rey Sedequías reinaba y el juicio pronto caería por mano de los babilonios. Pero, a pesar de esto, Jeremías podía decir: «mi sueño me fue agradable», pues había visto el futuro y éste era glorioso.
Brian Reynolds