¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino. A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado.
Este versículo bien puede traducirse: «Él me besará con besos de su boca». No hay duda que lo hará. Los que somos hijos de Dios sabemos cuánta bendición reside en esto, porque el beso habla de reconciliación, y nosotros hemos sido «reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo». Hemos conocido su amor, que es mejor que el vino. El vino habla del gozo. Sin embargo, por más grande que sea nuestro gozo, incluso en el hecho de que hemos sido salvos por su gracia, no dependemos de nuestro gozo, sino de Su amor, que es muchísimo mejor.
«Tus ungüentos tienen olor agradable» (v. 3 NBLA). María de Betania apreciaba esta dulzura, y se compró un perfume de nardo puro para ungir los pies del Señor no mucho tiempo antes de que Él fuera arrestado para ser crucificado. Otra traducción parece ser más correcta en este versículo: «Tu nombre es mejor que ungüento derramado». Podemos estar seguros que María no pensaba que su perfume de nardo puro fuera suficiente para expresar la gloria del nombre del Señor Jesús. Donde sea que tengamos el privilegio de reunirnos con otros amados creyentes para traer nuestro perfume de alabanza y adoración, podemos estar seguros que toda la adoración de los que están allí reunidos, como la de todos los santos en todo lugar, siempre será inferior a la majestad y excelencia de su bendito Nombre.
Isaías 9:6 dice: «se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz». Es importante considerar que dice «su nombre», no «nombres», pues hay perfecta unidad en su bendita Persona. Además, leemos: «llamarás su nombre Jesús», y «llamarás su nombre Emanuel». Él también es llamado «Fiel y Verdadero». Además, «su nombre es: "El Verbo de Dios», y «Rey de reyes y Señor de señores». Podríamos añadir otros nombres y títulos, pero todos estos juntos se combinan para darle gloria, una gloria que está mucho más allá de nuestra habilidad de adorar. Sin embargo, lo adoramos.
L. M. Grant