No comeré hasta que haya dicho mi asunto.
(Génesis 24:33 NBLA Nota)
Comprometido con su misión, Eliezer no aceptó la comida que le estaban ofreciendo. Él hizo lo que tenía que hacer. Un secreto de la vida cristiana es que, tan pronto como sepamos la voluntad de Dios, debemos comprometernos con ella, y no dejar que nada la interfiera ni demore, incluso si se trata de las necesidades del cuerpo. Este es el efecto y una señal de la obra del Espíritu Santo. Eliezer deseaba cumplir su misión cuanto antes. ¿Y qué es lo que estaba en juego? ¡Los intereses y el honor de Abraham, su señor! Él le había confiado los intereses de Isaac su hijo.
Del mismo modo, Dios nos ha encomendado la gloria de Jesús, su Hijo; y esta gloria nos mantiene ocupados por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado –donde hay un ojo sano, con discernimiento espiritual, conforme a la posición en la que Dios nos ha puesto. Si pienso en mi conveniencia, mis intereses, en lo que me concierne personalmente (hay miles de razonamientos contrarios a la obediencia inmediata), entonces aquello se denomina «consultar con carne y sangre» (comp. Gál. 1:16). Pero si busco los intereses de Cristo, todo quedará resuelto, la decisión será inmediata. Si pienso en algo más, entonces no tengo en consideración la gloria que me ha sido confiada. Eliezer pensó siempre en Abraham, su señor, el cual le había confiado todo; sus pensamientos se centraban en esto.
A nosotros nos sucederá lo mismo si nuestros corazones están llenos del Espíritu Santo. Es muy importante tener siempre presente que Dios nos ha confiado la gloria de Jesús. Él no nos necesitaba; además, ¿qué podemos hacer nosotros? Él es quien trabaja en nosotros, y solo debemos dejarlo obrar. La confianza en su señor se manifiesta en la determinación del siervo; como dijo Eliezer en este versículo: «No comeré hasta que haya dicho mi asunto». Esta preocupación por la gloria de su señor lo conduce a negar el alimento hasta que su misión se haya cumplido. Esto es hacer la voluntad de Dios.
J. N. Darby