El Señor Está Cerca

Martes
15
Febrero

La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres.

(Tito 2:11)

La gracia se ha manifestado (1)

La gracia de Dios es la actividad de su amor hacia quienes merecían su ira, y subsiste por nosotros en la Persona de nuestro Señor Jesu­cristo, de manera que está siempre a nuestro alcance. La comprende­remos mejor si la vemos en Él, y jamás la hallaremos fuera de Él pues la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, y Él habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14, 17) La gracia de Dios, que es la salvación, no nos fue enviada: nos fue traída. No fue enviada por un mensajero angélico; fue traída por el amado Hijo de Dios.

Muchas personas consideran esta bendición como si se tratara de un regalo enviado por correo. Está allí, lo tienen, y están felices de haberlo recibido, ¿acaso no es una muestra de amor de parte de un amigo lejano? Sin embargo, él no está allí; ¡qué diferente hubiera sido si él mismo lo hubiera traído! Además, junto con esta visión errónea, también se puede llegar a considerar la salvación como «algo» que se posee; lo cual, sin duda alguna, no es correcto; se trata de una Persona, pues si lo tienes a Él, el Salvador, entonces tienes salvación. Moisés entendió esto cuando cantó: «Él ha sido mi salvación» (Éx. 15:2 VM).

Es lo mismo que vemos en la historia de Zaqueo. Cuando el publi­cano estaba en el árbol, el Señor le dijo: «Zaqueo, date prisa, des­ciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa» (Lucas 19:5). Y cuando cruzó el umbral de su hogar, Él dijo: «Hoy ha venido la sal­vación a esta casa» (v. 9). ¿Por qué? Debido a que Él había entrado a ella; Jesús mismo era la salvación. Cuando nos trae salvación, Él viene a quedarse con nosotros. Es como si dijera: «Te amo tanto, y te he estado buscando por tanto tiempo, que jamás me separaré de ti». De manera que poseemos la bendición (la salvación), pero también al que bendice (el Salvador). Es triste que muy pocos aprecien la gracia que Él ha traído. Sin embargo, en lo que respecta a nosotros, ¡nos alegramos de que nuestros corazones se hayan abierto para darle la bienvenida!

J. T. Mawson

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