El Señor Está Cerca

Lunes
14
Febrero

Por cuanto me regocijo en tu salvación. No hay santo como el Señor.

(1 Samuel 2:1-2 LBLA)

La oración de Ana (3)

Hay algo sorprendente en la expresión «me regocijo en tu salvación». Muchas personas dicen: «me alegro en mi salvación», pero acá lee­mos: «por cuanto me regocijo en tu salvación». Está considerando la salvación desde la perspectiva de Dios en lugar de la nuestra. Cuando hablamos de «nuestra salvación» (por supuesto que somos objetos de ella), la estamos midiendo en base a nuestra necesidad; pero cuando hablamos de «Su salvación», la medimos según la necesidad de Dios, así que es tan grande como Dios mismo. En esto, Dios se revela en el carácter de Salvador.

En la Epístola a los Hebreos leemos de «una salvación tan grande». No es grande a causa de aquello de lo que somos salvados, o al lugar al que somos llevados; es grande debido a Aquel que la forjó, efectuó y consumó. No puede ser una salvación ordinaria, pues no ha sido provista por una persona común, sino por Aquel que creó el universo.

Luego Ana dijo: «No hay santo como el Señor». Esta es una ver­dad muy saludable. A menudo las personas hablan del amor, la piedad y la compasión de Dios. Pero no se dejen persuadir por la creencia de que Dios es amor al punto de no ser justo. Ciertas per­sonas proclaman que todos serán salvos y nadie se perderá. Sin embargo, si el pecado es algo tan enormemente grave que necesitó de la muerte del Hijo de Dios, ¿entonces debemos sorprendernos de que un pecador sea juzgado por haber rechazado a ese Hijo? La mentira del diablo a Eva fue: «No moriréis» (Gén. 3:4); es decir: «Dios es demasiado bueno como para ejecutar su castigo». Actual­mente Satanás dice: «Dios es demasiado bueno como para castigar al hombre». La verdad es que: «No hay santo como el Señor». Su santidad requirió el sacrificio de su Hijo y exigirá el castigo del peca­dor que rechaza a su Hijo.

F. C. Blount

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