Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto.
En nuestra meditación anterior consideramos la fuerza de las manos del Señor Jesús, capaces de asegurar a sus ovejas para el cielo. Ninguna se perderá. De cierta forma, la meditación de hoy nos presenta un tema similar: Dios entregará todas las cosas en las manos competentes de Cristo. Está escrito que el Padre ha entregado todas las cosas en las manos del Hijo (Juan 3:35; 13:3). Toda autoridad en los cielos y en la tierra le es dada a Él, «a Él están sujetos ángeles, autoridades y potestades» (1 Pe. 3:22). En la dispensación del cumplimiento de los tiempos, todas las cosas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra, serán puestas bajo Cristo como cabeza (Efe. 1:10). Sus manos son competentes para administrar el siglo venidero.
Todo esto está en directa relación con la profecía de Isaías acerca del Mesías: «la voluntad de Jehová será en su mano prosperada» (Is. 53:10). Las manos de Cristo cumplirán la voluntad y el propósito de Dios. Qué precioso que Aquel en cuyas manos están todas las cosas, incluso las grandes revelaciones de la profecía, el gobierno del siglo venidero, las cosas celestiales y las cosas terrenales, también las utilice para ministrar a los detalles más pequeños de nuestras vidas.
Cuando consideramos la escena del aposento alto en la noche en que fue entregado, viéndolo lavar los pies de sus discípulos con sus manos, aprendemos que toda nuestra vida está en sus manos. Este relato representa su servicio actual para con nosotros, ¡restaurándonos de la contaminación mientras atravesamos este mundo malo! Todos nuestros movimientos en este mundo están en sus manos de gracia, tanto para limpieza como para restauración. Si perdemos nuestra comunión con Dios por causa del pecado, Cristo lava nuestros pies y nos restaura por su Palabra. Cada paso en nuestro camino está en sus manos competentes, y así llegaremos a salvo a la costa celestial.
Brian Reynolds