Llamó Faraón el nombre de José, Zafnat-panea; y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera.
José recibió un nombre nuevo. Zafnat-panea. El significado de su nombre no es tan claro, pero algunos de los que han sugerido son: luz del mundo; salvador del mundo; revelador de secretos. Todos calzan perfectamente con José. La revelación que hizo de los sueños de Faraón dio luz en cuanto de la verdadera situación de lo que estaba sucediendo en Egipto, y su sabiduría salvó a Egipto del hambre. Nuestro Señor es la Luz del mundo y, en su gracia infinita, ha traído a los hombres la revelación del amor de Dios. Él es el Revelador de secretos. Él nos ha abierto la casa del Padre con todo lo que pertenece a aquel lugar: todo el amor, paz, gozo y gloria. «El Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo.» (1 Juan 4:14 LBLA).
Y entonces Faraón le dio a José la esposa adecuada para él: Asenat. Recibió una esposa, alguien igual a él en su posición de exaltación, apta para compartir con él en el gobierno de Egipto. Al dirigirnos a Efesios 1, leemos que Dios ha puesto a nuestro Señor «a su diestra en los lugares celestiales… y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo» (Efe. 1:20-23). Cristo, el Hombre glorificado, tiene un complemento en la administración del mundo venidero. El misterio de la voluntad de Dios es que todas las cosas, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra, sean puestas bajo la autoridad de Cristo (Efe. 1:10)
En este pasaje de Efesios 1, la Iglesia es distinguida y diferenciada de «todas las cosas». Existe una unión viva entre Cristo y la Iglesia: la unión de la Cabeza y su cuerpo. Él no está allí como Cabeza sobre la Iglesia, sino como cabeza dada a la Iglesia. Y esto implica una afinidad como la que vemos tipificada en el relato del Génesis, cuando Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él» (Gén. 2:18). La Iglesia, el cuerpo de Cristo, es su ayuda idónea, y compartirá con Él el dominio del mundo en el reino venidero.
N. Anderson