Diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
(Deuteronomio 6:7 LBLA)
Echémosle un vistazo a este versículo y detengámonos en cada uno de sus puntos. Primero, debemos enseñarles la Palabra a nuestros hijos. Esto requiere diligencia. Es importante que los padres, mediante nuestra forma de hablar y comportarnos, transmitamos temor reverencial y confianza en Dios y en su Palabra. Lo siguiente es hablar de la Palabra cuando estamos sentados en casa o cuando andemos por el camino. Notemos la diferencia en hablarles a ellos (los hijos) y hablar de ellas (los mandamientos) a nuestros hijos. Esto implica hablarles a nuestros hijos acerca de lo que la Biblia enseña y cómo aplicarlo a la vida diaria. Nuestro Padre celestial sabe que vivimos tiempos difíciles y que el enemigo, Satanás, busca que no sigamos al Señor en obediencia a su Palabra. Es importante que los padres hagan todos los esfuerzos posibles para mantener un corazón y una puerta abierta, mostrando disponibilidad para sus hijos. Los niños necesitan alguien en quien confiar, compartir sus alegrías, expectativas, desilusiones y problemas. Debemos hacer que nuestros hijos sientan que son queridos y apreciados, que nos preocupamos por ellos y por lo que les sucede.
El siguiente punto dice: «cuando te acuestes y cuando te levantes». Dios sabe que necesitamos descansar: «Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco» (Marcos 6:31). Jesús le dijo esto a sus discípulos cuando las multitudes vagaban como ovejas sin pastor. El Señor no les dijo: "vayan", sino «venid». Él no pensaba dejarlos solos. ¡Cuán bello es esto! Cuando hay problemas en mi vida, en el hogar, en las asambleas del pueblo del Señor, y no vemos escapatoria. ¡pasemos tiempo a solas con el Señor Jesús!
Jacob Redekop