Dios… nos dio vida juntamente con Cristo… y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús.
(Efesios 2:4-6 LBLA)
La pregunta importante es esta: ¿Dónde vives? ¿En qué nivel vives normalmente? ¿Vives en los lugares celestiales diariamente? El Señor Jesús se refería justamente a eso cuando dijo: «Permaneced en mí». Permanecer significa quedarse donde estás. Posicionalmente, tú estás allí. Descansa en tu bendita porción, en Aquel que es tu vida.
Tus dos enemigos más mortales, Satanás y la carne, buscarán desmoralizarte en espíritu, llevarte al terreno de los sentimientos, al desánimo, bajo el peso de las circunstancias o condiciones externas. Sin embargo, tu correcta posición está en lo alto; por lo tanto, rehúsa bajar de allí. Jamás te dejes dominar por sentimientos cambiantes. Lo que es cierto de tu justificación también es cierto de tu santificación. ¡No depende de cómo te sientas! Lo que importa es lo que tu Padre ha hecho por ti. Toma por fe y con sencillez el lugar que Dios te ha dado, creyendo en lo que dice su Palabra. No se trata de algo que deba realizarse, o de un ideal por alcanzar, sino un hecho que debes creer. No es una promesa que debas mendigar o exigir, sino una verdad establecida sobre la que debes descansar.
Hace algunos años, un obrero cristiano fue a visitar a una creyente anciana muy amada. Ella vivía sola en una habitación, lo cual hablaba de su extrema pobreza. Tratando de animar y consolar a su anciana amiga, él dijo: «Bueno, pronto las pruebas del camino acabarán y seremos plenamente felices con nuestro bendito Señor en el cielo». «Ese es mi hogar ahora», respondió ella. Nuevamente tratando de ayudarla, él continuó: «Sí, pronto estaremos en la casa del Padre con el Señor Jesús, regocijándonos en su presencia». «Ya vivo allí», fue su respuesta, la cual dibujó una sonrisa en su rostro. Nuevamente, él trató de añadir algo más: «¡Qué precioso será cuando todos los redimidos estén alabando juntos en la gloria por la eternidad!». «Todas las noches canto allí», fue su gozosa respuesta. No hay necesidad de luchar por una posición que ya es nuestra como hijos de Dios.
R. Wallis