¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero?
El Señor Jesús recién había llegado a su pueblo natal después de un viaje predicando el evangelio, y como era su costumbre, fue a la sinagoga el sábado. Los habitantes de Nazaret se asombraban de sus palabras. También estaban admirados por las poderosas obras que, según los relatos, habían sido hechas por sus manos. Pero Él no pudo hacer muchos milagros allí debido a la incredulidad de ellos. El Señor se asombró de la incredulidad de sus coterráneos, pero en contraste, y de forma sorprendente, la única otra vez que vemos al Señor asombrarse fue cuando vio la fe de un centurión romano (Mat. 8:10).
Sin embargo, el Señor Jesús pudo sanar «a unos pocos enfermos» mientras estuvo en Nazaret. Notemos que lo hizo «poniendo sobre ellos las manos». No se mantuvo a la distancia, sino que puso sus benditas manos directamente sobre aquellos que necesitaban ayuda desesperadamente. La incredulidad de la gente se debía a que Él había crecido entre ellos: «No hay profeta sin honra sino en su propia tierra» (v. 4). Ellos sentían que lo conocían a Él y a su familia, por lo tanto, no podía ser el Mesías. En este capítulo sus manos son mencionadas en dos ocasiones en relación con las sanaciones. ¡Lo asombroso es que la gente dijo: «¿No es este el carpintero?» —es decir, una persona que trabaja con sus manos!
Sí, él era el Carpintero de Nazaret, y había trabajado con esas mismas manos para ayudar a sus padres y hermanos. Eran manos que sabían lo que era trabajar. Los carpinteros de aquellos tiempos y en aquellas regiones a menudo trabajaban con piedra, especialmente en la construcción de casas. El Señor Jesús continúa siendo «el Carpintero», y actualmente se encuentra construyendo su Asamblea, añadiendo cada «piedra viva» una por una (Mat. 16:18; 1 Pe. 2:5). ¡Qué maravilloso ser parte de este edificio que Él está construyendo conforme a los planos celestiales!
Brian Reynolds