Por los siete días se comerán los panes sin levadura, y no se verá contigo nada leudado.
Después de la Pascua, los israelitas debían celebrar con alegría la fiesta de los panes sin levadura por siete días. Esta fiesta venía inmediatamente después de la Pascua, y su significado se deriva especialmente de ella. El apóstol Pablo lo explica de esta manera: «Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad» (1 Cor. 5:7-8). Es decir, desde el momento de nuestra redención, Dios nos reclama para sí y desea que vivamos vidas santas en respuesta a sus derechos: separación del mal y separación para Él mismo.
La fiesta duraba siete días; es decir, un periodo perfecto, lo cual tipifica el periodo de nuestras vidas. De manera que tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento los derechos de Dios sobre su pueblo están basados en la redención. «no sois vuestros… habéis sido comprados por precio» (1 Cor. 6:19-20). Esto nos deja una lección uniforme y que podemos encontrar en todas partes: ya que Él es santo, nosotros también debemos ser santos. No debe haber levadura en nuestras moradas, sino que debemos celebrar la fiesta perpetuamente con panes sin levadura de sinceridad y verdad.
Si la gracia se desplegó libremente en nuestra redención, entonces la gracia debe operar activamente en los corazones de los redimidos. Si Dios nos ha llevado fuera del mundo, no es para que volvamos y moremos nuevamente en el mundo. Si somos lavados por gracia en la preciosa sangre de Cristo, entonces él sin duda alguna busca que mantengamos nuestras vestiduras sin contaminación. Por lo tanto, si nos parece dulce el recuerdo de nuestra redención, si nos deleitamos en estar en torno a la mesa del Señor para celebrar con los emblemas de su cuerpo y su sangre, entonces deleitémonos también en celebrar la fiesta de los panes sin levadura en respuesta a Aquel que nos redimió.
E. Dennett