El Señor Está Cerca

Viernes
24
Diciembre

Aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

(Lucas 2:6-7)

Jesús en un pesebre

Lucas siempre busca mostrarnos características morales. Teniendo esto en cuenta, hay una insinuación muy instructiva para nosotros en el hecho de que Jesús fue puesto en el pesebre y no en el mesón. No había habitación para ellos en el mesón. Cuando el Señor de glo­ria nació en este mundo fue puesto en el pesebre.

¡Qué retrato de la condición del mundo! ¡No hubo lugar en el mundo para Aquel que es Dios! Por sus propios medios, los hijos de los hombres encontraron un lugar adecuado para ellos en el mesón. Quienes tenían dinero podían reservar un lugar que se ajustara a lo que estaban dispuestos a pagar. Sin embargo, los padres del Señor eran tan pobres que fueron acogidos con total desprecio en los luga­res de alojamiento, y el único lugar que pudieron encontrar para recostar a aquel Niño fue un pesebre.

Pero esto no fue un obstáculo para que la manifestación de la gracia divina y la gloria de Aquel que fue puesto allí. La incredulidad no puede entender que el Señor del cielo y la tierra halla nacido en tales circunstancias y con tales padres. De hecho, no puede aceptar la encarnación, su humanidad, su soledad y rechazo, el desprecio y la ira de los hombres, y, por último, la cruz—todo esto es un trope­zadero para la incredulidad. Pero esa es la verdad de Dios, la única verdad que realmente da a conocer a Dios y da libertad al hombre. Quienes reciben esta verdad son llamados simples. Y la gracia les da aquel lugar, especialmente a los humildes. Obviamente, esta verdad puede hacer simple al hombre más orgulloso; sin embargo, esta dirigida particularmente a quienes son despreciados en la tierra donde Cristo anduvo.

W. Kelly

Tú dejaste tu trono y corona por mí, al venir a Belén a nacer Mas a ti no fue dado el entrar al mesón, y en establo te hicieron nacer.

E. S. Elliot

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