El Señor Está Cerca

Día del Señor
19
Diciembre

Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu.

(Lucas 24:36-37)

El cuerpo glorioso del Señor Jesús en resurrección

No habían sido fáciles de aceptar las noticias de que el Señor había resucitado de entre los muertos. Los discípulos, que se habían reu­nido aquel mismo día a la tarde, discutían la información recibida cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: “Paz a vosotros”. El milagro de su aparición repentina era demasiado para ellos. Lo que menos tenían era paz, porque el terror y el miedo se había apoderado de ellos. Pensaban que era un espíritu, porque ¿de qué otra forma alguien podría aparecer repentinamente ante sus ojos de forma corporal? Pero esta es una de las maravillas de su resurrección: Él no había resucitado en la misma condición que tenía antes de la muerte, sino que había triunfado sobre ella, para nunca volver a morir. Corporalmente, Él ahora posee capacidades que pensamos que son posibles solo para un espíritu. En su venida, los creyentes también tendremos cuerpos semejantes “al cuerpo de la gloria suya” (Fil. 3:21).

Es precioso entonces leer las reconfortantes palabras: “¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamien­tos?” En presencia de ellos, Cristo los tranquilizó mostrándoles sus manos y sus pies, con las marcas de los clavos, e incluso los invitó a tocarlo. Los hechos son evidentes: Él está en el mismo cuerpo con el cual fue a la tumba, pero es un cuerpo con una condición diferente, el cual no está limitado a las barreras y leyes físicas. Es un cuerpo espiritual (1 Co. 15:44), pero es un cuerpo, no un espíritu. Él les dijo que tiene carne y huesos. No dijo: “carne y sangre”, como se dijo de Él en su encarnación (He. 2:14), porque pareciera que la sangre no tiene parte en el cuerpo de resurrección. “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Co. 15:50). Él perma­necerá siendo el bendito Hombre Cristo Jesús por toda la eternidad.

L. M. Grant

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