El Señor Está Cerca

Sábado
18
Diciembre

Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto … morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.

(Jeremías 17:5-6)

Nuestra confianza en Dios: ¿verdadera o fingida?

En momentos de presión y dificultad, ¡cuán prontos somos a diri­gir nuestra vista hacia alguna ayuda humana! Nuestros corazones están llenos de confianza en el hombre, esperanzas humanas y expectativas terrenales. Conocemos relativamente poco de la gran bendición que significa mirar solo a Dios. Somos propensos a mirar a todos lados excepto a Él. El triste resultado de confiar en la cria­tura lo vemos en el versículo citado—la esterilidad y la desolación de un desierto. ¿Cómo iba a ser de otra forma? Actuar así es dejar que el corazón se aparte del Señor, la única fuente de toda bendición.

Es necesario resaltar el contraste de los siguientes versículos: “Bendito el varón que confía en Jehová … será como el árbol plan­tado junto a las aguas … su hoja estará verde … y en el año de sequía no … dejará de dar fruto” (vv. 7-8). Qué bendición poder decir: “Alma mía, en Dios solamente reposa … Él solamente es mi roca y mi salvación” (Sal. 62:5-6). Pongamos atención a la palabra “solamente”. ¡Es muy escrutadora! No podemos decir que confiamos en Dios si continuamente miramos de reojo al hombre. Debemos confiar en Dios de forma real—una fe fingida no servirá de nada.

Corremos el peligro de engañarnos a nosotros mismos cuando uti­lizamos ciertas frases que realmente no nos identifican. El lenguaje de la fe está en nuestros labios, pero el corazón confía completa­mente en el hombre. No poseamos una profesión vacía, la cual dice depender del Señor, mientras que el corazón, secretamente, busca alguna ayuda o fuerza humana. Tengamos una fe real en Dios.

C. H. Mackintosh

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