Por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud.
(Gálatas 5:1 LBLA)
Consideremos la naturaleza de la libertad que el apóstol menciona en este texto. Allí vemos que Cristo nos consiguió la libertad de la esclavitud de Satanás, de la culpabilidad y el dominio del pecado; de la esclavitud y maldición de la ley; del temor a la muerte, dándonos libertad en la presencia de Dios; la libertad de la filiación; y la libertad para servir. El hombre, en realidad, es un esclavo de Satanás ¡Qué pensamiento tan humillante! Pero ¿no es innegable que somos siervos de quienes obedecemos? ¿A quién, entonces, sirve el hombre? ¿Obedece a Dios? Ciertamente no; el testimonio de un profeta inspirado es: “Todos ... nos descarriamos como ovejas”. Entonces, ¿a quién obedece el hombre natural? ¿Acaso no es al príncipe de este mundo, el dios de este siglo? ¡Qué triste pensamiento!
Sin embargo, Jesús vino para destruir las obras del diablo, liberar a los hombres de aquella vil servidumbre y redimir a su pueblo de toda iniquidad; para rescatarlos del poder del Seol y destruir la muerte, y a quien tenía el poder de la muerte: al diablo. El hombre había caído en lealtad a Satanás y rápidamente fue enlazado por sus cadenas. Pero uno más fuerte que Satanás vino en su ayuda, pues el todopoderoso Salvador vino a su rescate desde donde el Padre, y por su muerte, y resurrección de entre los muertos, llevó cautiva la cautividad, triunfando sobre principados y potestades.
Cristo, por una ofrenda hecha una vez y para siempre, rescató a su pueblo. Ya que nada menos que su preciosa sangre podía redimirlos de la espantosa esclavitud en la que estaban; Jesús pagó por ellos aquel precio asombroso. Todos los que creen en su nombre son hechos libres. La libertad de la esclavitud de Satanás les ha sido obtenida por Cristo. Ellos ahora lo aman y sirven.
H. H. Snell
Mas por Su gracia la cruz puedo ver
Ya me hallo libre y contento con Él
Su amor inunda mi corazón / Y sólo por gracia, salvo soy.
D. B. Rowner