El pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos … Y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que sabían todas las obras que Jehová había hecho por Israel.
(Josué 24:24, 31)
Josué interpeló por última vez a la nación de Israel. Enumeró muchas de las maravillas que el Señor había hecho por ellos. Manifestó públicamente su posición: él y su casa servirían al Señor. El pueblo también respondió lo mismo: no abandonarían al Señor para servir a otros dioses; servirían a Aquel que había hecho tantas cosas por ellos.
Josué les recordó que Jehová era un Dios santo y celoso, que los juzgaría si lo abandonaban para servir a otros dioses. A pesar de esta advertencia, el pueblo insistió en su posición de que servirían a Jehová. Adicionalmente, Josué les hizo ver el solemne hecho de que ellos eran testigos contra ellos mismos, y los exhortó a quitar los dioses ajenos que había en medio de ellos y a inclinar sus corazones a Jehová el Dios de Israel (vv. 22-23). El pueblo estuvo de acuerdo y Josué escribió las palabras de ellos en el libro de la ley de Dios, y puso una gran piedra cerca del santuario como testigo.
El libro de Josué concluye con la muerte de Josué a los 110 años, su sepultura, la sepultura de los huesos de José, y la muerte y sepultura de Eleazar el sacerdote. Cada una de estas sepulturas fue dentro del territorio de Efraín. Dios resaltó el hecho de que Israel sirvió a Jehová durante todo el tiempo que vivió Josué y los ancianos que habían visto todas las obras que el Señor había hecho por Israel. Los líderes fieles y piadosos que han caminado con el Señor y experimentado su poder, son de gran bendición para el pueblo de Dios. Pero en algún momento tienen que partir. Nuestra confianza debe estar puesta en el Señor, Aquel que permanece. Aquel que no cambia. Aquel que nunca falla.
Eugene P. Vedder, Jr.