El Señor Está Cerca

Día del Señor
12
Diciembre

Él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David? Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. David, pues, le llama Señor; ¿cómo enton­ces es su hijo? .

(Lucas 20:41-44)

Hijo de David y Señor de David

El Señor Jesús, con simplicidad y pureza de sabiduría, silenció los cuestionamientos de los principales sacerdotes, escribas y sadu­ceos. Pero luego les formuló una pregunta de vital importancia, la cual no fueron capaces de responder, pero que debían conocer a partir de las Escrituras del Antiguo Testamento. ¿Por qué los escri­bas decían que el Cristo, el Mesías, era Hijo de David, aun cuando David mismo lo llama claramente “mi Señor” (Sal. 110:1)? No podía haber dudas de la aplicación de estas Escrituras y los escribas no podían discutirlas, sin embargo, no tuvieron respuesta.

Lo precioso es que ambas aseveraciones son ciertas: Él no solo es “el Linaje de David”, sino también “la raíz” de David (Ap. 22:16). Como Hombre, Él es el Hijo de David, pero como Dios, Él es el Señor de David. Aunque como Hombre provino de David, Él es Dios sobre todo, por lo tanto, es tan cierto como el hecho que David provino de Él. Ciertamente su gloria eterna como Dios es lo más importante, sin embargo, esto fue ignorado por los escribas. En la actualidad, esta misma trágica ignorancia se repite en muchos que dicen ser cristia­nos. Reconocen que Jesús fue un gran hombre, pero se olvidan (y en muchos casos incluso lo niegan) que Él es Dios manifestado en carne. La pregunta del Señor debe mover a toda alma a reconocer que necesita aprender más de la Palabra de Dios. Si Cristo es el Señor de David, ¿entonces cómo es su Hijo? Dejemos que los cora­zones pesen esta pregunta con seriedad.

En Cristo, el fiel Hijo del Hombre, el Santo, resplandece una gloria mucho más elevada que el cielo:
La gloria del Dios vivo, la gloria del Hijo del Padre, cuya majestad y amor se expanden por todos los siglos de la eternidad.

L. M. Grant

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