El Señor Está Cerca

Sábado
11
Diciembre

Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios … a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos.

(1 Corintios 1:1-2)

Santos

¿Qué es un santo? ¿Cómo alguien se convierte en santo? ¿y cuánto tiempo lleva convertirse en uno? Hace poco, en un blog de la cadena de noticias CNN, me crucé con una entrada llamada «El largo camino a la beatificación». Comentaba el hecho de que la mayor denomina­ción religiosa de este mundo tenía un proceso muy riguroso para la beatificación. El escritor describía el esfuerzo que implicaba convertir a cierta persona en santo: «La arquidiócesis se embarca en un viaje legalmente complicado, científicamente extenso y sorpresivamente caro, el cual podía tardar hasta 100 años—si es que la beatificación se completaba».

Todo esto está lejos de lo que la Palabra de Dios enseña. Es muy alentador dirigirnos a la Escritura y leer qué nos dice ella acerca de la «beatificación». Cuando Pablo le escribió a la iglesia en Corinto, se dirigió a ellos como “santos”. Tenemos que tomar especial aten­ción a esto si queremos entender el «proceso de beatificación». Pri­mero que todo, ellos eran santos porque habían sido “santificados”. Lo cual significa, simplemente, “apartado para Dios”, y se relaciona con la obra de la salvación. Los que somos salvos hemos sido san­tificados por el Espíritu de Dios (1 P. 1:2) y por la sangre de Cristo (He. 10:29). Esto sucede en el momento de la conversión, y no es un proceso largo e interminable, y tampoco hay una organización religiosa que se ocupa de ello. Pablo le escribió a los corintios cerca de cuatro años después de su paso por Corinto, y se dirigió a ellos como “santos”. Pablo no tenía nada que ver con esto, solo había sido el instrumento que Dios utilizó para predicarles el evangelio.

De hecho, aunque los creyentes corintios eran “santos”, ellos no estaban actuando muy santamente, pues muchos de ellos camina­ban de forma carnal (cap. 3:1). Nosotros debemos caminar como santos, no para obtener una «beatificación», sino porque ya lo somos por llamamiento divino.

Brian Reynolds

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