El Señor Está Cerca

Lunes
29
Noviembre

Estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? … Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.

(Mateo 24:3; 26:30)

Jesús en un monte (6)

Vemos al Rey sentado en el monte como si fuera su trono. El Monte de los Olivos es un lugar glorioso, desde allí se ve una maravillosa vista de gran parte de Jerusalén y sus alrededores. Los discípulos lo reconocieron como el Rey, aunque rechazado, y se preguntaban cómo se desarrollarían las cosas en vistas de su venida en gloria sobre ese mismo monte (Zac. 14:4). Sin embargo, antes de venir a reinar, este mismo monte debía ser testigo de sus sufrimientos.

El jardín del Getsemaní (que significa «prensa de aceite»), ubi­cado en este monte, fue el lugar donde se desarrolló la escena de su agonía, anticipando los sufrimientos que padecería en las tres horas de tinieblas. El lugar de su sepultura también estaba situado allí y, por lo tanto, se convertiría en el lugar de su resurrección. De hecho, sus sufrimientos no pueden disociarse de su resurrección; este era el plan de Dios y debía cumplirse (Lc. 24:26). Este mismo monte será el lugar del retorno en gloria del Mesías. El cumplimiento de los planes de Dios está basado en los sufrimientos de Cristo. El mismo lugar que fue testigo de sus sufrimientos en su primera venida, será testigo de su retorno en gloria. Antes de esto, Cristo arrebatará a todos los creyentes de este día de gracia, para luego venir con ellos cuando retorne en gloria.

La señal de la que hablaban solo confirma la certeza de que estas cosas ocurrirán. La asombrosa precisión de la palabra profética es alucinante, va más allá de nuestra comprensión. Dios, que planeó estas cosas, está al control de todo, pero esto no deja de lado la responsabilidad del hombre: todo ser humano es culpable delante de Dios y es responsable de los sufrimientos del Mesías. Puedes escapar del juicio, que le ha sido confiado al Mesías (Jn. 5:22; Hch. 17:31), si te arrepientes y pones tu confianza en Dios.

Alfred E. Bouter

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