Nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.
Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Si estás triste y deprimido, ¡trata de dar gracias! Si estás desanimado y te sientes molesto, ¡trata de alabar! ¿Alabar y agradecer por qué? Bueno, ¿te ha dejado Dios en tal miseria que ya no hay más bendiciones ni recursos de su parte por los cuales estar agradecido? En Lamentaciones 3 vemos la gran angustia del profeta a medida que enumera todos sus dolores: “Me dejó en oscuridad … me cercó por todos lados, y no puedo salir; ha hecho más pesadas mis cadenas; aun cuando clamé y di voces, cerró los oídos a mi oración; cercó mis caminos con piedra labrada, torció mis senderos … me dejó desolado” (vv. 6-9, 11). Leemos más de treinta quejas acerca de sus circunstancias desesperadas, y finaliza con estas tristes palabras: “Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová” (v. 18).
Luego, de repente, todos sus pensamientos se dirigen hacia Dios, y comienza a hablar de una forma completamente diferente: “Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré” (vv. 21-24). Así es cuando nos dirigimos a Dios. Nos damos cuenta que siempre habrá muchas razones por las que agradecerle.
Lleva tus problemas y tristezas al Señor. Háblale acerca de todo lo que te deprime y desanima. Cuéntale todo, pero no dejes de darle las gracias por todas las bendiciones que has recibido de Él y por la felicidad de tenerlo a Él. Dios se interesa personalmente en ti como tu Padre, así que puedes ir a Él con toda confianza. “Dad gracias en todo” (1 Ts. 5:18).
E. C. Hadley