Tus juicios son como profundo abismo … en ti está la fuente de la vida; en tu luz vemos la luz.
(Salmo 36:6, 9 LBLA)
Así como el sol a veces se esconde tras las nubes, un cristiano puede, ocasionalmente, tener un amanecer luminoso, un mediodía aún más brillante, y, sin embargo, un final oscuro. Pero sabemos que cuando amanezca el día de la inmortalidad, el último vestigio de las sombras terrenales huirá para siempre.
El Señor nos promete que aunque no comprendamos lo que Él hace, lo entenderemos después (Jn. 13:7). Parece que nos oculta ciertas cosas para probar nuestra fidelidad o conducirnos a vivir sumisos y confiados. Los eventos más oscuros de esta vida serán iluminados de misericordia a la luz de la eternidad, e incluso las pruebas más duras serán vistas simplemente como aspectos más severos de Su amor. Por lo tanto, no tratemos de analizar con curiosidad o crítica los tratos de Dios para con nosotros. Esperemos con paciencia hasta que el gran día revele todas las cosas.
Alma mía, ¿es de noche para ti? Escrito está: “allí no habrá noche” (Ap. 21:25) ¡Sé paciente! Tu Señor pronto aparecerá, y aquella gloriosa aparición inaugurará el comienzo de un eterno mediodía, el cual no sabrá de crepúsculo. Mientras tanto, esperemos humilde y pacientemente, porque “por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Sal. 30:5). Entonces “nunca más se pondrá tu sol…porque tendrás al Señor por luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto” (Is. 60:20 LBLA). ¡Luz eterna! La luz eterna de Dios será gloriosa y en el cielo serás un ciudadano gozoso, sin pecado, sin tristeza, sin lágrimas. Nunca te cansarás de escuchar: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Ap. 4:8)
J. R. MacDuff
Al recibir de Ti los rayos de luz pura, / Tú, de justicia el sol, de Dios el resplandor, / La Iglesia mostrará en la gloria futura / La santa perfección de su Esposo y Señor.
H. L. Rossier