El Señor Está Cerca

Martes
23
Noviembre

Nosotros amamos, porque Él nos amó primero … Y este man­damiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano.

(1 Juan 4:19, 21 LBLA)

Amar a Dios y amar a mi hermano

Cuando nos aferramos a Jesús por primera vez y recibimos el amor perdonador de Dios, no podemos dejar de responder a aquel amor con amor. En la parábola del hijo pródigo (Lc. 15:11-32) vemos que el hijo sintió el afecto efusivo del padre cuando regresó, y cierta­mente sintió entonces un afecto efusivo hacia su padre. De la misma forma, cuando los rayos del Sol de Justicia iluminan nuestra alma de parte de Dios, ellos traen consigo el aumento de nuestro amor hacia Él.

Si eres de los que anhela poder amar a Dios, entonces ven a su amor y acepta ser amado por Él, aun cuando te sientas indigno. Es mejor ser amado por Él que amar, y es la única forma de aprender a amarlo. Cuando la luz del sol se proyecta sobre la luna, se puede ver un satélite tosco y sin atractivo particular, sin embargo, puede reflejar su luz. Deja, entonces, que el amor de Dios resplandezca en tu corazón, y tú también reflejarás amor. La única cura para un corazón frío está en mirar al corazón de Jesús.

También debemos amar a nuestro hermano. Si amas a una per­sona ausente, entonces amarás ver una foto suya. ¿Por qué conser­vamos fotos de nuestros seres queridos? Las conservamos incluso si no son muy buenas. Amamos a Dios, y los creyentes son fotos de Dios en este mundo. Pueden retratar a Dios porque el Espíritu Santo mora en ellos, y pueden andar como Cristo anduvo. Es verdad, pue­den estar lleno de imperfecciones, pero siguen siendo réplicas fide­dignas. ¡Si amas a Dios, entonces amarás las réplicas!

R. M. McCheyne

Concédenos, Jesús, poder
Y gracia para comprender cuán dulce es amar,
Danos tu luz y tu verdad;
Del cielo la felicidad haznos aquí gozar.

H. G. Jackson

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