El Señor Está Cerca

Miércoles
17
Noviembre

Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.

(1 Tesalonicenses 1:9-10)

Servir al Dios vivo y verdadero

Sin duda alguna, convertirse de los ídolos a Dios es algo de gran bendición, pero hay más. ¿Qué? “Servir a Dios vivo y verdadero”— algo maravillosamente alegre para hacer en este mundo. Y para eso somos llamados y salvados: ¡para servir al Dios vivo y verdadero!

El cristianismo no se trata de que un hombre sea traído a Dios, cuando su alma es salvada por gracia, y entonces se siente, se cruce de brazos, y diga: «¡Bueno, ahora soy salvo para la gloria, y eso me basta!» ¡Para nada! Él se convierte de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero. Recordémoslo bien: todas las personas sirven a alguien, ya sea al Dios vivo o al dios de este siglo, el diablo. O tu servicio está dirigido al Dios vivo, o estás dominado por el dios de este siglo, el cual conduce a los hombres según sus pasiones y deseos para perdición.

No hay nada más grandioso que ser cristiano—no existe un privile­gio más elevado que servir al Dios vivo. Conozco a muchos jóvenes que piensan que ser cristiano es algo aburrido. Pero yo pienso: es muy aburrido no ser un cristiano. ¡Oh! Será muy solemne (terrible) para alguien el llegar al fin de su vida y darse cuenta que ha hecho todo mal, despertarse en la eternidad para darse cuenta que todo su pasado en la tierra fue un gran error, de principio a fin. ¡Cuántas per­sonas se darán cuenta de esto tarde o temprano! Sin embargo, ¡qué bendición es conocer al Dios de toda gracia, y entonces servirlo, al Dios vivo y verdadero, y “esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”.

W. T. P. Wolston

Eleva nuestros corazones para ver tu belleza,
Cautiva nuestros deseos hacia Ti en tu fulgor
Que no sea solo un deber nuestra obediencia,
Sea nuestro servicio, un llamado de amor.

A. E. West

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