Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios; Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra.
La fe que se aferra a Dios puede no expresarse en una acción; o, por el contrario, puede esperar pasivamente— lo cual es el mayor fruto de la fe, y quizás el más notable. El escritor bien recuerda dos ocasiones en que las palabras de Isaías 30:15 vinieron a él con un encanto y poder peculiares: “En quietud y en confianza será vuestra fortaleza”. David en el salmo 3 es un hermoso ejemplo de esto, ya que vemos a un santo de Dios cercado por las circunstancias más adversas, las cuales parecían requerir medidas más activas para liberarse de su peligrosa situación. Sin embargo, estuvo perfectamente tranquilo, porque dependía solamente de una Mano invisible, la cual puede aplazar su intervención, pero con la cual siempre cuenta la fe.
La inquietud es demasiado común. ¡En momentos de estrés y perplejidad lo más común para nosotros parece ser el intentar encontrar una salida! ¡Pero qué confianza marcó David, cuando con una nación en revuelta y con un usurpador en el trono, después de haber encomendado su causa a Dios, se acostó y durmió! “Porque”, dice él, “Jehová me sustentaba” (Sal. 3:5).
Hay ocasiones, también, cuando la carga puede ser demasiado pesada para una oración audible y un gemido ante Dios es todo lo que se puede pronunciar; pero existe la conciencia de que «Él sabe». Aquí el corazón encuentra descanso: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”; con dulzura asegura al alma, con Su amoroso interés y disposición para llevar a cabo nuestra causa en el momento oportuno. Estar “quietos” es garantía de un espíritu de rica confianza en Dios.
J. W. H. Nichols
Tranquila ¡Oh! alma mía: El Señor es tu protección;
Lleva pacientemente la cruz de dolor o hiel;
Deja a tu Dios el orden y la provisión
En cada cambio Él seguirá siendo fiel.
K. von Schlegelh