El Señor Está Cerca

Lunes
8
Noviembre

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito.

(Josué 1:8)

¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación.

(Salmo 119:97)

Meditar

En la actualidad, la palabra meditación tiene dos usos. Desafortu­nadamente, ambos se pronuncian de la misma manera, pero sus significados son completamente diferentes. Un uso es bíblico y el otro, bajo el nombre «yoga», tiene un origen oriental.

En la meditación del yoga se busca suprimir toda la actividad del cuerpo, la mente y la voluntad, para así obtener lo que ellos llaman un «estado espiritual»—para ello, las personas que lo practican repi­ten la misma palabra o frase, llamada «mantra», una y otra vez. Tristemente, algunos cristianos sostienen prácticas similares. Com­binan ciertas repeticiones tales como: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí pecador», y creen que la sensación de calma y quietud resultante es según Dios. Sin embargo, esta no es la práctica de la meditación que nos enseña la Palabra.

La meditación que se nos enseña en la Palabra tiene beneficios físicos y sicológicos, tal como pretenden hacerlo las imitaciones orien­tales (Satanás siempre busca imitar lo que es de Dios), sin embargo, la meditación bíblica nos habla de «reflexionar»; implica la presencia de la actividad mental, ¡no la ausencia de ella! Es por eso que el sal­mista dice: “Meditaré en toda tu obra, y reflexionaré en tus hechos” (Sal. 77:12 LBLA) y “tus testimonios son mi meditación” (Sal. 119:99).

Los cristianos debemos meditar en las cosas del Señor, ¡tal como lo hizo el salmista! ¡Esto implica más que simplemente leer la Biblia! Implica que pensemos detenidamente cómo pondremos en prác­tica lo que leemos, y cómo hacer todo lo que en ella está escrita. Podemos encontrar ayuda en este ejercicio cuando utilizamos libros devocionales como este; sin embargo, si el lector los utiliza sin reflexionar en la Palabra, ni poner en práctica lo que está escrito en ella, ¡entonces tampoco cumplirán su propósito!

A. H. Crosby

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