El Señor Está Cerca

Sábado
6
Noviembre

Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas. Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.

(Salmo 43:3-4)

Las moradas del Dios Altísimo

Dios necesariamente es el Autor de todo lo que es bueno. Para que alguien se conduzca rectamente es necesario que Dios envíe su luz y su verdad para guiarlo por el camino de Su sabiduría. La verdad no me deja decidir por mí mismo cuál es el mejor camino por el que debo ir. Si recibo la verdad de Dios, esta me guiará inerrantemente al santo monte de Dios y a sus moradas. Su monte está muy por encima de nuestro nivel, como se expresa en Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.

Incluso más que eso, el creyente es conducido por la verdad de Dios a sus santas moradas, el lugar donde Dios habita en la persona de su Hijo amado. ¿Dónde está su morada ahora? Está en “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3:15). Esta no es una casa material, sino una casa espiritual, en la que podemos ofrecer “sacrificios espirituales acep­tables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2:5).

Simbólicamente, podemos dirigirnos al altar de Dios (figura de Cristo mismo) con alegría y gozo, alabando con arpa (la cual posee un registro musical muy amplio)—alabando a Aquel que conocemos como “Dios, Dios mío”. ¿Quién es este Dios? Es el Dios revelado en su Hijo amado, el Señor Jesús, quien es digno de nuestra continua alabanza y adoración.

“¡Alabad al Señor! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro Dios, porque agradable y apropiada es la alabanza … Cantad al Señor con acción de gracias; cantad alabanzas con el arpa a nues­tro Dios” (Sal. 147:1, 7). “La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.” (Ap. 7:12)

L. M. Grant

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