Josué llamó a los rubenitas, a los gaditas, y a la media tribu de Manasés, y les dijo: Vosotros habéis guardado todo lo que Moisés siervo de Jehová os mandó, y habéis obedecido a mi voz … Y bendiciéndolos, Josué los despidió, y se fueron a sus tiendas … Y llegando a los límites del Jordán que está en la tierra de Canaán… [las dos tribus y media] edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de grande apariencia.
(Josué 22:1-2, 6, 10)
Habían pasado más de siete largos años desde que estos guerreros cruzaron el río Jordán para ayudar a sus hermanos israelitas a conquistar la tierra prometida. Habían guardado su compromiso. Josué, bendiciéndolos y elogiándolos por su servicio fiel, los envió de vuelta a sus casas con muchas riquezas para sus familias, las que habían quedado en la posesión que habían escogido al lado oriental del Jordán. Lo hizo exhortándolos a permanecer cercanos al Señor y a sus mandamientos.
Sin embargo, ellos se detuvieron en el Jordán. Mirando hacia adelante, tuvieron miedo, pues se preocuparon por sus descendientes. En el futuro, ¿serían aceptados sus descendientes por sus hermanos israelitas, o serían rechazados por el lugar donde vivían? No le preguntaron al Señor qué hacer, sino que decidieron edificar una gran e inmensa réplica del altar del holocausto que estaba en el tabernáculo de Jehová. Esto lo hicieron por iniciativa propia.
Anteriormente, estas dos tribus y media habían escogido para sí las tierras fértiles del oriente del Jordán, prefiriendo esto en lugar de la tierra que Jehová les daría al otro lado del Jordán. A menudo tomamos decisiones «de sentido común» en lo que respecta a asuntos secundarios, tales como dónde vivir, qué oferta laboral aceptar, o incluso qué hacer con nuestro tiempo libre. Escogemos lo que creemos que nos beneficiará o lo que más nos gusta en lugar de buscar y seguir la dirección del Señor. Lamentablemente, nos damos cuenta tarde de las consecuencias potenciales que estas decisiones traerán a nuestros hijos, y tratamos de prevenir estos resultados. ¿Buscamos los pensamientos de Dios en todo lo que hacemos?
Eugene P. Vedder, Jr.