El Señor Está Cerca

Sábado
23
Octubre

Por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escar­cha sobre la tierra. Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? … Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer.

(Éxodo 16:13-15)

El maná, figura de Cristo como alimento para el creyente

El Señor Jesús menciona que este evento lo representaba a Él: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo” (Jn. 6:51). Los israelitas recibieron instrucciones con respecto a la recolección y uso del maná; y los cristianos también debemos «recoger el maná» que Él nos da para nuestro sustento diario. Este maná simboliza a Cristo, no a una doctrina. En Él encontramos toda la fuerza que necesita­mos para caminar a través del desierto de este mundo.

¿Realmente queremos que Dios y Cristo sean vistos en nuestras vidas y acciones? Es verdad que nuestra naturaleza pecaminosa busca manifestarse continuamente, pero Dios nos ha dado a Cristo, el Hombre perfecto, como ejemplo a seguir en cada detalle y cir­cunstancia de nuestras vidas. Para prevenir la intrusión de la carne, debemos considerar continuamente las benditas pisadas de Cristo. Por así decirlo, cada uno de nosotros debe recoger diariamente “según lo que pudiere comer” (Ex. 16:16), y alimentarse de ello.

Dios quiere que cada uno de nosotros represente a Cristo en obe­diencia y devoción. Quiere que estemos ocupados en recolectar ali­mento para nuestras almas, recogiendo el maná. Cuando un israelita salía de su tienda en la mañana, lo primero que hallaba era el maná, la provisión que Dios le daba para aquel día. De forma similar, Cristo es la provisión diaria de Dios para cada uno de nosotros. Si quiero que la recolección del maná sea una práctica común en mi vida, entonces los amigos de Cristo deben ser mis amigos, su camino debe ser el mío y sus intereses deben ser los míos, solo entonces podré conocer un poco de la mansedumbre y bondad de Cristo. Entonces caminaremos, diariamente, como lo hizo Él (1 Jn. 2:6).

H. C. Anstey

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