Ciertamente vengo en breve.
Los primeros cristianos estaban llamados a esperar al Hijo del Dios del cielo. Mientras esperaban, algunos durmieron y, por lo tanto, el apóstol le escribió a sus amigos para que no se entristecieran a causa de los que ya no estaban. Sin embargo, es evidente que la esperanza dominante para los creyentes en aquellos tiempos era el retorno inmediato del Señor Jesucristo. Nada revestía mayor bendición que aquella bendita esperanza.
Pero, quizás preguntarás: «¿cuándo vendrá?» La Palabra no establece un momento específico para su venida; ninguna fecha en particular. ¿Por qué? Porque si así fuera, la venida del Señor se aplazaría hasta la fecha fijada. Hoy en día, algunos han tratado, neciamente, de fijar una fecha. Solo logran entrar en la compañía de aquellos que el Señor menciona en el capítulo 24 de Mateo: “Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir” (v. 48). Te pregunto: «¿Te gustaría que Él venga esta noche?» Formulémonos esta pregunta de forma clara y simple. Quizás responderás: «No, me gustaría que se demorara un poco». Entonces vas de la mano con aquel siervo malo. El siervo malo dice en su corazón: “Mi Señor tarda en venir”, ¿y qué es lo siguiente que hace? Él comienza “a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos”; es decir, se va al mundo.
¡El Señor te ha dado gracia para que estés realmente preparado! Lo primero que debes hacer, si aún no eres salvo, es aferrarte a la maravillosa obra expiatoria del Señor Jesucristo, ¡todos son bienvenidos a ir a Él, recibirlo, creerle y conocerlo. Luego de hacerlo, ¿qué es lo siguiente que viene? Seremos arrebatados y lo encontraremos en el aire, y entraremos en las escenas de descanso, vida y gozo que Él ha preparado para nosotros en su gracia infinita. ¿Puedes tener seguridad? Sí que puedes. Él murió para que tengas esa seguridad.
W. T. P. Wolston