El Señor Está Cerca

Viernes
15
Octubre

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios.

(1 Juan 4:16)

Dios es amor

En 1 Juan 4:7 tenemos el carácter de Dios. Dios es amor; y este es la característica de la familia de los hijos de Dios. “Todo aquel que ama, es nacido de Dios”. La justicia y santidad de Dios dicen rela­ción con la esfera de las cosas creadas, pero aquí se nos muestra el carácter de Dios en su propia esfera. Cuán dulce es el pensamiento (en contraste con lo que el hombre es) de que Dios es amor: no hay egoísmo ni riesgo de salir de su presencia con manos vacías. Como la lluvia en tierra seca, el alma se refresca en el pensamiento de que “Dios es amor”. Allí tiene un bálsamo para calmar su alma ante todas las circunstancias.

En su gloria, Dios pensó en los pobres pecadores. Suya fue la idea de enviar a su Hijo a morir para que podamos vivir por medio de Él. ¿Quiénes fueron aquellos por los que fue enviado? Pobres criaturas, “muertas en delitos y pecados” (Ef. 2:1). Nada más que partículas de polvo, impulsadas por Satanás, yendo directo al vór­tice de la destrucción.

Dios pudo decir: «Puede que estén muertos, puede que no sean más que polvo en las manos de Satanás, pero enviaré a mi Hijo para darles vida». ¡Ah! A lo largo de la eternidad no encontraremos un pensamiento semejante a este en el cual regocijarnos: Dios envió al Hijo de su amor para vivificar a los pecadores perdidos. Cristo nos fue dado como la vida eterna, justo en el estado de muerte en la cual nos encontró. Yo debería haber estado muerto por la eternidad si no fuera porque Dios interfirió para darme vida en su Hijo.

Cuando digo: “Dios es amor”, ¿qué quiero decir? Esto: “Que ha enviado Dios a su Hijo Unigénito al mundo, para que nosotros viva­mos por medio de Él” (1 Jn. 4:9). Todavía llevamos la vieja natura­leza; pero, bendito sea Dios, aunque Satanás me haya atrapado muchas veces, nunca me ha podido destruir; allí está la propiciación —por dentro estoy protegido por la sangre, y perdonado.

G. V. Wigram

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