Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí. Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria.
Estos versículos nos presentan una figura hermosa: una dulce fragancia de Cristo sube a Dios continuamente. Su Persona y obra, que traen un placer interminable al corazón de su Dios y Padre, son el fundamento de toda bendición. Estamos delante de Dios “aceptos en el Amado”. Cuando Dios mira a Cristo en gloria, nos ve en Él. Cuando nos mira aquí sobre la tierra, ve a Cristo en nosotros.
En el caso de Israel, solo después de haber completado la redención, Dios pudo hablar de su morada en medio de su pueblo redimido. La presencia del Señor en medio de su pueblo es la gloria especial que los separaba del mundo. Moisés dijo: “¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que…seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?” (Ex. 33:16). Por lo tanto, es muy importante que ajustemos nuestros caminos para alinearlos con Aquel que mora en medio nuestro, fijando nuestros ojos solamente en Él. El Espíritu Santo entonces tendrá libertad de exaltar al Señor Jesús delante nuestro.
Muy pronto lo veremos en toda su belleza, estaremos con Él y seremos como Él. ¡Qué día tan maravilloso será aquel! El Señor estará en medio de sus redimidos, manifestado en poder y gloria. En aquel día reflejaremos su gloria de manera perfecta. Entonces toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor. El Padre y el Hijo recibirán la alabanza y adoración universal por toda la eternidad.
Jacob Redekop
¿Cómo será la gloria en su fulgor / Y el disfrutar tal plenitud de amor?/ ¡Qué aleluyas de adoración! / Al verle a Él, plena dicha y canción.
J. G. Deck
