Toda la congregación de los hijos de Israel llegó al desierto de Sin.
(Éxodo 16:1 LBLA)
¿Cuál fue el efecto de la liberación de Israel? Ellos fueron llevados al desierto, no directamente a Canaán. Estar en el desierto implica todo tipo de pruebas. Puede parecer extraño que quienes acababan de cantar el cántico del triunfo y liberación tuvieran que pasar tres días en el desierto sin agua; y que luego, cuando llegaron a las aguas, estas fueran tan amargas que no las podían beber. Sin embargo, Dios permitió este tipo de pruebas para que pudieran ver su necesidad y comprobar Su fidelidad y gracia. Es igual con nosotros.
Recordemos siempre, cuando hablemos del desierto, que aunque allí haya pruebas (y muchas), es el lugar donde la gracia actúa. Los tratos previos del Señor eran preliminares: Él llevó a Israel al desierto para que estuvieran a solas con Él, para poder enseñarles quien era Él. Más adelante, Él les dijo: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Ex. 19:4). El Señor permite que pasemos por estas pruebas para que entendamos completamente que todo proviene de Él. Las alas de águila jamás se cansan ni fatigan. En la prueba, o experimentaremos la bendita experiencia del triunfo, la seguridad y la victoria con Dios, o no aprenderemos nada.
Es asombroso cómo nuestros corazones se aferran, no solo al pensamiento de nuestra propia justicia, sino también a la negación práctica de que no poseemos fuerzas en nosotros mismos. Muchas personas tienen paz en Jesús, pero no se dan cuenta que no tienen fuerzas, ya sea para el servicio como para la batalla. Pues bien, eso lo aprenderemos en el desierto. Nuestro viaje por el desierto nos lleva a destetarnos de la confianza en nosotros mismos, para que confiemos solamente en Dios.
J. N. Darby