Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
Después de exhortar a los creyentes a crecer en la gracia y el conocimiento de Cristo, el apóstol Pedro cierra su epístola con una doxología: “A Él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad”. ¡Estas son las últimas palabras de Pedro que han quedado registradas! Debemos considerar cuidadosamente la expresión final: “día de la eternidad”.
Pedro ya había hablado del día de la eternidad en este capítulo, pero utilizó la expresión el “día de Dios” (v. 12). A lo que Pedro se está refiriendo aquí es aquello que también conocemos como el “estado eterno”, el cual vendrá luego del reino de Cristo, el cual durará mil años.
En relato de la creación vemos una magnífica anticipación de esto. Leemos que uno de los seis primeros días de la creación culminaron con una “tarde”. Sin embargo, el día séptimo no culmina con la mención de una tarde, sino de una “mañana”; ¡esto es una alusión al día eterno de la nueva creación! Esto se puede ver comparando Génesis 1:31 con Génesis 2:2.
Pedro además nos ayuda a entender de qué se trata el “día de la eternidad”, pues lo vincula con los “cielos nuevos y tierra nueva” (v. 13). Estos son los cielos nuevos y tierra nueva que el apóstol Juan también menciona en Apocalipsis 21:1-4. ¡Viene un tiempo en el que Dios morará con los hombres por toda la eternidad! La Nueva Jerusalén tendrá una relación especial con la nueva tierra. Sin embargo, ella será completamente celestial, pues desciende de Dios desde el cielo. Algunos eruditos bíblicos creen que esto es a lo que el Señor Jesús estaba refiriéndose cuando dijo que se iría a preparar lugar para los creyentes (Jn. 14:2-3). Abraham y otros creyentes del Antiguo Testamento esperaban esta ciudad, “cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He. 11:10). Los cielos nuevos y tierra nueva serán la morada final para los redimidos.
Brian Reynolds