He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?
Dios señaló claramente al cordero como el animal del sacrificio desde los albores de la historia del mundo. La pregunta “¿dónde está el cordero para el holocausto?” parece resonar a lo largo de todas las páginas del Antiguo Testamento, y, sin embargo, no encuentra ninguna respuesta concluyente. Ningún cordero puesto sobre los altares judíos poseía algún valor intrínseco o era capaz de quitar los pecados (He. 10:1-2). La respuesta de Abraham fue profética: “Dios proveerá para sí el cordero para el holocausto, hijo mío” (v. 8 LBLA), y tal promesa proveería un feliz descanso para los hombres, salvo por el hecho que esta predicción fue amplificada, incluyendo más detalles a medida que el tiempo fue pasando. Un ejemplo de tal amplificación lo encontramos en Isaías 52 y 53, en donde se revela que el Siervo de Jehová, quién debía ser engrandecido y exaltado, y puesto muy en alto, era Aquel que debía ser llevado “como cordero … al matadero” debido a la transgresión del pueblo de Jehová.
Para poder encontrar la secuela en el Nuevo Testamento, debemos dirigirnos a los escritos del apóstol Juan. Apenas comenzamos su Evangelio, nuestros ojos se encuentran con las palabras “he aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29). Y sin avanzar mucho en Apocalipsis nos encontramos con la adoración celestial alrededor del Cordero, cuyo eje central es: «¡Digno es el Cordero!».
De hecho, el Apocalipsis es el libro de la gloria del Cordero, y vale la pena mencionar que el Espíritu escogió una forma diminutiva, una palabra que significa «pequeño cordero». El «pequeño cordero» es mencionado siete veces en el Apocalipsis, pero en relación con la ciudad celestial. Es como si el Espíritu desease realzar el contraste, presentándonos a Aquel que vino a ser el Sacrificio y que fue despreciado y desechado como tal (como vemos en Isaías 53), y que ahora está exaltado en el más elevado pináculo de la gloria.
F. B. Hole