Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.
El relato del naufragio, desde donde provienen las palabras del versículo de hoy, debe llamar la atención de todo hijo de Dios.
Quizás justo ahora te encuentras en esta situación: «echando anclas y ansiando que se haga de día». Si es así, escucha las palabras de tu Dios y Padre, quien te dice: “invócame en el día de la angustia” (Sal. 50:15). Tú posición es de bendición celestial. Todos los que confían en Él son bienaventurados, y verán una luz brillante en medio de la oscuridad. “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría” (Sal. 30:5).
¿Eres como Efraín, lamentándote por tu situación (Jer. 31:18-20)? Dios te tiene siempre en su corazón. Él es una fortaleza en el día de la angustia, y conoce a quienes confían en Él. Ningún cabello caerá de tu cabeza sin que Él tenga el control. Estas son, ciertamente, las palabras del Padre para ti: “Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor” (Sal. 27:14 LBLA). Debes sostenerte de la mano del Señor firmemente, tal como las cuatro anclas. Confía y espera en Dios, anhelando la mañana de su liberación.
Cada uno de nosotros necesita aprender cuán cerca está nuestro bondadoso Dios—siempre dispuesto a oír nuestro clamor, listo para salir a nuestro encuentro y sobrellevar nuestros asuntos. Que podamos conocerlo por medio de aquella fe que mira a lo alto aun en las tempestades causadas por nosotros mismos, para que así Él pueda recibir la gloria que merece. Sí, nuestros ojos pueden ver las obras del Señor y sus maravillas. “¿Quién es sabio y guardará estas cosas, Y entenderá las misericordias de Jehová?” (Sal. 107:43).
B. C. Greenman
Tras todo está Dios, nuestro Padre,
su amor jamás nos dejará;
tras este mundo miro al cielo,
do mi alma siempre morará.
B. D. Ackley