Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él; es justo y recto.
La vida de cada persona necesita un fundamento sólido y estable; en caso contrario, todo se transformará en confusión. El Antiguo Testamento testifica claramente que Dios mismo es la Roca, el único fundamento sólido, invariable y confiable. El Nuevo Testamento también menciona con frecuencia a la Roca, declarando “que la Roca era Cristo” (1 Co. 10:4). Esto declara claramente que Cristo es Dios. Nuestra debilidad y dependencia requiere de un fundamento absoluto y perfecto. ¿Dónde podemos encontrar tal fundamento, excepto en Aquel que es el mismo Dios viviente?
El alma puede hallar descanso solamente en Él, pues todos sus caminos son rectitud. ¿Podrías hallar satisfacción en un Dios que, en alguna medida, comprometiera la justicia? Si un juez da un veredicto injusto, nos quejamos y no confiamos en él. Si Dios fuera injusto en algún mínimo detalle, entonces no podríamos estar seguros de que actúa justamente con nosotros en todo momento. ¡Qué caos traería esto a toda la creación! Sin embargo, Él hace lo correcto en todo. Lo hizo exponiéndonos nuestras propias maldades, y mostrándonos que sin el sacrificio del Señor Jesús no podríamos participar de su justicia. Más aún, Él hace lo correcto al perdonar y justificar al pecador culpable que recibe a su Hijo Jesús como Señor y Salvador, pues todo el peso del justo juicio de Dios fue derramado sobre Él en el Calvario.
Dios es absolutamente fiel y lleno de verdad. Esto se ve maravillosamente en el hecho de que Él dio a su Hijo, y también al resucitarlo de entre los muertos. ¿Puede malograrse el valor de este sacrificio? ¡Jamás! Nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 8:39).
L. M. Grant