Se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte.
La costumbre de los romanos era dejar colgados los cuerpos de los criminales crucificados hasta que las aves carroñeras los desgarraran por completo. Sin embargo, en acuerdo con las leyes judías, autorizaban que los cuerpos de los criminales judíos fueran sepultados al anochecer (Dt. 21:23). Además, la costumbre romana era cavar una fosa común cerca del lugar de la crucifixión y poner todos los cuerpos allí. Estos soldados, que habían echado suertes por las ropas del Señor, muy probablemente querían volver a sus vicios y su vino, así que seguramente tenían lista la fosa donde poner los tres cuerpos. Ellos prepararon su sepultura con los impíos, y Aquel crucificado no les importaba, pues solo querían terminar su trabajo, y entre antes, mejor.
Pero cuando la gran obra se hubo consumado, y la oscuridad pasó, y su Hijo amado colgaba muerto en la cruz, Dios dijo: «¡Alto!» No está permitido que nadie más continúe deshonrando a Aquel que cumplió su voluntad con perfecta obediencia. Sus enemigos fueron alejados y, desde ahora, Él sería honrado y reverenciado por aquellos que lo amaron.
“Con los ricos fue en su muerte”. Ahora José, el discípulo secreto y timorato, sacó el coraje de un león. En las mismas fauces de un mundo hostil, y sin importarle las consecuencias, tomó una posición firme por su Señor crucificado, pidiendo que se le pasara Su cuerpo. ¡Algo insólito! ¿Quién alguna vez le había dado valor al cuerpo de un criminal crucificado? El sagrado cuerpo de Jesús fue envuelto “en un lienzo limpio de lino” (Mt. 27:59 LBLA) con especias aromáticas, y José, Nicodemo y dos o tres mujeres más, le dieron la sepultura de un Rey. Y aquí yace la explicación de porque su sepultura es mencionada antes de mencionar todos los sufrimientos (Is. 53). El tipo de tumba, en la que sería puesto su cuerpo, no fue algo que se decidió tardíamente en el mismo momento de su muerte; todo estuvo preparado y listo antes que Él muriera en la cruz.
J. T. Mawson
