Toda la congregación que volvió de la cautividad hizo tabernáculos … porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, no habían hecho así los hijos de Israel.
Guardar la fiesta no era algo nuevo—el pueblo lo había hecho anteriormente en el avivamiento que se nos relata en Esdras (cap. 3), pero desde los días de Josué no se había guardado con tabernáculos “según los establecido” en la Palabra (v. 18 LBLA). Algo similar sucede en nuestros días, no podemos decir que la cena del Señor no se guardó durante las épocas oscuras de la cristiandad. Sin embargo, no fue hasta que unos pocos, que habían sido librados de la cautividad de los sistemas religiosos humanos y las incorporaciones supersticiosas de los hombres, que esta fiesta cristiana pudo volver a celebrarse en santa simplicidad en la presencia del Señor.
Celebrar la fiesta conforme a la Palabra proveyó un testimonio brillante en un día muy oscuro, y arroja luz a un principio de gran estímulo: entre más oscuro sea el día y débiles las circunstancias, más brillante será el testimonio expresado por quienes obedecen a la Palabra. En los días de Nehemías, la dispensación estaba llegando a su fin—la oscuridad se profundizaba y las circunstancias eran más débiles que nunca. Pero el testimonio expresado fue tan brillante que, históricamente, no se pudo encontrar algo que se le comparara, solo se halló una situación paralela, la cual se había llevado a cabo cerca de mil años antes, en los días de Josué hijo de Nun.
¡Qué profunda, estimulante y llena de aliento es esta hermosa escena! Especialmente para el pueblo de Dios que camina en los últimos y oscuros días de la historia de la Iglesia. Si los tales caminan en santa separación del mal y en obediencia a la Palabra de Dios, se darán cuenta (aunque la oscuridad se vuelva más espesa alrededor y las circunstancias sean cada vez más débiles) que los privilegios que disfrutan, y el pequeño testimonio que expresan, serán más brillantes que todo lo anteriormente visto en la larga historia del fracaso de la Iglesia. Tal testimonio no encontrará ningún paralelo, salvo en los primeros días de la historia de la Iglesia.
Hamilton Smith