El Señor Está Cerca

Lunes
13
Septiembre

Los labios del justo apacientan a muchos.

(Proverbios 10:21)

Transmitir lo que hemos recibido

La genialidad del verdadero cristianismo es que proclama su men­saje a través de personas que en otro tiempo fueron pecadores per­didos. Esto es cierto en relación con la divulgación del evangelio, pero también con respecto a la edificación de quienes son salvos. Dios se ha dignado en utilizar personas falibles, pero es importante reconocer que es el poder de su Palabra el que actúa a través de instrumentos que Él justificó.

Tomemos por ejemplo el evangelio, y veremos que aquellos que han sido alcanzados por la gracia de Dios se han convertido en sus evangelistas más fervorosos. El principio es este: “Creí, por lo cual hablé” (2 Co. 4:13), o como está escrito en otro lugar: “Díganlo los redimidos de Jehová” (Sal. 107:2). Los que hemos conocido a Cristo y hemos experimentado su gracia, debemos hablar de Él: “lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos” (Jn. 3:11).

Este principio escritural también es cierto en lo relativo a la edi­ficación mutua entre los miembros del cuerpo de Cristo. Si hemos aprendido de Él, y hemos sido enseñados por Él, entonces deseare­mos dar retribución, y lo haremos dándole a nuestros hermanos “ali­mento a tiempo” (Mt. 24:45). No podemos dar o compartir con otros lo que no hemos conocido o disfrutado. El Espíritu Santo obra a través de instrumentos santos que han sido tocados por la gracia del Señor. Simón Pedro es un claro ejemplo de esto. Le había fallado a Cristo negándolo delante de los hombres, pero el Señor conversó con él después de la resurrección, y le dijo: “Apacienta mis corderos” y “pastorea mis ovejas”. El proverbio de hoy lo dice claramente: “Los labios del justo apacientan a muchos”. ¡Oh, qué influencia puede ejercer un creyente piadoso en todo el cuerpo de Cristo!

En nuestras asambleas locales tenemos la oportunidad de servir­nos unos a otros como buenos administradores de la gracia de Dios. Si hablamos, debemos hacerlo como oráculos de Dios, para que Dios sea glorificado y los creyentes sean alimentados con aquello que nosotros mismos hemos recibido del Señor.

Brian Reynolds

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