Dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí.
Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él.
Cuando leemos la historia de José, y cómo sus hermanos lo odiaron hasta venderlo como esclavo, nos preguntamos cómo podría ser posible una reconciliación. Pero se reconciliaron porque José vio la mano de Dios en todo lo que le sucedió. Cuando llegó el momento, José trató con sus hermanos de tal forma que se arrepintieron en sus corazones por lo que habían hecho. Solo cuando constató que este cambió se había producido, él se les reveló, dando paso a una total reconciliación entre ellos. José los había perdonado; ahora estaba completamente reconciliado con ellos, aun cuando jamás le pidieron su perdón.
En nuestro caso, también necesitamos perdonar y reconciliarnos con alguien cuando sentimos una verdadera actitud de arrepentimiento en el corazón que nos ha agraviado, incluso si pensamos que no se ha expresado con las palabras adecuadas. Sin embargo, pedir perdón con las palabras correctas es necesario para que realmente exista reconciliación entre ambas partes. Aunque José se reconcilió con sus hermanos, ellos no se reconciliaron completamente con él. Después de la muerte de su padre, los hermanos de José tuvieron miedo de lo que José podía hacerles. ¿Qué había faltado? Ellos nunca se le acercaron para reconocer lo mal que habían actuado contra él. Pero cuando confesaron este pecado, también se reconciliaron plenamente con José.
Que esta sea una lección para nosotros, para que aprendamos, por un lado, a perdonar rápidamente, buscando la restauración cuando vemos una actitud correcta, incluso si las palabras no son las adecuadas, pero también, por el otro lado, a buscar una confesión verdadera. Solo entonces habrá una plena restauración.
Albert Blok
