El Señor Está Cerca

Hay un “consejo de paz” que nos pertenece, una paz segura, paz en medio de la agitación actual, la paz de Dios. Si no fuera de Dios, entonces sería buena para nada. Es verdad, puede que mi espíritu esté muy turbado y experimente pruebas de corazón, sin embargo, aún poseo el privilegio de gozar de perfecta paz en medio de todo eso—no solo paz con Dios, sino paz en lo relativo a cualquier cir­cunstancia, porque Dios es “por nosotros” en todas las cosas.

Si el hombre no hubiese estado en rebelión con Dios, no habría sido necesario un “consejo de paz”. De hecho, Adán no lo necesitó en el huerto. Sin embargo, el hombre se ha rebelado, y, aunque el corazón inconverso puede variar de diversas maneras, su rasgo distintivo sigue siendo su rebelión contra Dios. Su rebelión fue tal, que parecía posible alcanzar una paz entre el hombre y Dios. Pero ahora, ¡maravillosa gracia! Vemos que no solamente hay paz, sino un “consejo de paz”—los pensamientos de Dios con respecto a la paz, los cuales solo podían ser satisfechos por Jesús. Supongamos que Dios hubiera hecho paz con Adán; esa paz no podría haber perdurado: se habría roto muy pronto debido a la enemistad en el corazón del hombre. Miremos a Israel. Fueron puestos en una paz exterior con Dios, fueron reconocidos como su pueblo, y recibie­ron todo tipo de bendiciones; ¿y cuál fue el resultado? Murmura­ción continua, rebelión constante. Siempre será igual con el hombre, pues su propia voluntad está corrompida; “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Ro. 8:7.)

Sin embargo, ahora hay un “consejo de paz” entre Dios y Jesús, en lugar del hombre, y, por lo tanto, hay seguridad. No es simple­mente paz, sino “consejo de paz”. La palabra “consejo” implica un propósito deliberado. ¡Cuán sólida debe ser aquella paz que Dios tiene un “consejo” en cuanto a ella!

J. N. Darby