El Señor Está Cerca

Miércoles
1
Septiembre

Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y espe­rad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesu­cristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os confor­méis a los deseos que antes teníais.

(1 Pedro 1:13-14)

Ceñirse los lomos, ser sobrios y esperar

Este pasaje nos muestra tres cosas que tenemos que hacer:

(1) ceñir nuestros lomos, (2) ser sobrios (3) y esperar por completo (con resolución; JND), como hijos obedientes a Dios nuestro Padre.

1. La instrucción a ceñir los lomos tuvo que haber sido muy clara para los destinatarios de la carta de Pedro. Ellos levantaban sus largas túnicas y las plegaban a sus cintos, o ceñidores, para así no arrastrarlos por la suciedad del piso. Nuestras mentes son muy pro­pensas a arrastrarse en la suciedad—en todo el mal moral que pre­valece a nuestro alrededor. El enemigo, Satanás, ha desarrollado un sistema que constantemente bombardea nuestras mentes, pen­samientos, razonamiento y entendimiento, y lo hace con la forma de pensar del mundo. En la Palabra de Dios encontraremos la forma de pensar de Dios, y si nuestras mentes pasan tiempo en ella, entonces se ceñirán y no se arrastrarán en la suciedad.

2. Aquí, la palabra “sobrio” tiene un significado más amplio que «no borracho». Al igual que el alcohol, el mal que nos rodea provocará cosas indeseables en nuestras naturalezas pecaminosas y debe­mos velar diligentemente contra ellas. Espiritualmente hablando, un hijo de Dios que está bajo tales influencias no es “sobrio”.

3. La exhortación a esperar con completa resolución (JND) signi­fica: «No se desanimen ni renuncien». Aquello que esperamos no siempre permanecerá en el futuro—¡un día Cristo ciertamente ven­drá! Ahora que somos salvos, somos “hijos de obediencia” (LBLA Marg.). Conocemos la voluntad del Padre y deseamos obedecerla. Aquellos “deseos” pasados pueden ser algunos hábitos muy malos, y debemos deshacernos de ellos. Ahora que somos hijos de Dios, debemos manifestar el cambio producido y ser santos en toda nues­tra manera de vivir (v. 15).

S. E. Labelle

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