El Señor Está Cerca

Jueves
26
Agosto

Josué edificó un altar a Jehová Dios de Israel … escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de Israel … No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos.

(Josué 8:30, 32, 35)

Josué (8)

Después de la ejecución de Acán, Dios le otorgó a Israel una victoria total sobre Hai, pero no fue una victoria fácil como ellos, llenos de confianza en sí mismos, habían previsto ganar originalmente con tan solo 3000 guerreros. En esta ocasión, Josué recibió la orden de llevar consigo a toda la gente de guerra.

Luego de la victoria, Josué y el pueblo hicieron lo que Moisés había mandado en Deuteronomio 27. Josué edificó un altar de pie­dras enteras sobre las que ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Luego, escribió una copia de la ley sobre ellas. Una vez hecho esto, reunió a todo Israel, junto con todos los extranjeros que vivían en medio de ellos. Seis tribus estaban en el monte Gerizim para bende­cir al pueblo, y otras seis tribus en el monte Ebal para maldecir. Todo lo que Moisés había ordenado leer se leyó con solemnidad.

¡Tuvieron que escuchar atentamente mientras se les leían las bendiciones y las maldiciones! Debemos recordar que esto acon­teció antes que las personas tuvieran el privilegio de poseer copias impresas de la Palabra de Dios (qué decir hoy en día, que pode­mos leerla en dispositivos electrónicos). En aquellos tiempos era raro que tuvieran oportunidad de escuchar la lectura de la Palabra de Dios. Debemos resaltar también que todos estaban presentes: Josué, todo Israel, los ancianos, oficiales, jueces, sacerdotes, levi­tas, mujeres, niños y extranjeros.

¡Qué privilegiados somos! La Palabra de Dios está disponible y a nuestro alcance. Podemos leerla sin temor de ser molestados. Una y otra vez vemos que Dios quiere que todos (incluyendo a los niños) estén presentes cuando se considera su Palabra. ¡Que todas nues­tras familias sean así de bendecidas!

Eugene P. Vedder, Jr.

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