Damos gracias a Dios siempre, a causa de todos vosotros, haciendo mención de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar, en presencia del Dios y Padre nuestro, de la obra de vuestra fe, y del trabajo de vuestro amor, y de la paciencia de vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo.
Es extraordinario considerar con qué frecuencia el apóstol menciona que oraba por el pueblo de Dios. Pablo era un hombre de mucho trabajo y actividad; lo vemos predicando, haciendo visitas casa por casa y, en algunas ocasiones, armando tiendas para su sustento diario. Sin embargo, siempre encontraba el tiempo necesario para interceder ante Dios por todas las iglesias, así como recordar en oración a aquellos de quienes había oído hablar, aun cuando no habían visto su rostro, como fue el caso de los colosenses. En esta carta, él vincula tres virtudes, las cuales, más adelante, volvería a mencionar en su epístola a los Corintios: fe, esperanza y amor. Sin embargo, aquí el orden es diferente, y no habla simplemente de estas virtudes como tal, sino de las realidades espirituales que se relacionan con ellas: la obra de la fe, el trabajo del amor, y la paciencia de la esperanza.
Para que sea real, el amor debe ser sacrificial. Por eso aquí leemos del trabajo del amor. Una cosa es hablar de amar a nuestros hermanos, amar a Israel, y amar a las almas perdidas, pero nuestro amor no es genuino si no estamos dispuestos a trabajar fervientemente para bendición de quienes decimos preocuparnos profundamente.
La esperanza del creyente es la venida de nuestro Señor Jesús, sin embargo, aquí el apóstol habla de la paciencia de la esperanza. Frecuentemente anhelamos aquel día cuando las pruebas y dificultades se acabarán y Cristo nos tomará para estar con Él. Sin embargo, no debemos ser impacientes mientras esperamos aquel evento glorioso. Él mismo es el Hombre de la Paciencia, esperando pacientemente hasta ese momento. Entonces el Señor descenderá en el aire para llamar a los suyos, para que estemos con Él. Nuestro gozo será estar para siempre con Él, ¡y su placer será tenernos allí!
H. A. Ironside