Os habéis acercado … a Jesús, el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.
(Hebreos 12:22, 24)
La grandeza de la Persona que se nos presenta en esta epístola se resume en una sola palabra: Jesús. Él es la clave de todo en esta epístola, la esencia de toda doctrina expuesta en ella, y el fin (u objetivo) de todos los pensamientos de Dios. Él es Aquel que nos atrae a sí mismo, ahora y para siempre. La Epístola a los Hebreos, especialmente el capítulo 12, establece comparaciones y contrastes entre el antiguo orden de cosas, relacionado con Moisés, y el nuevo orden, relacionado con Cristo.
Cuando el hombre y el pueblo terrenal de Dios fracasaron completamente, Dios se reveló en su gracia soberana. No lo hizo basándose en los méritos o responsabilidad del hombre, sino en la obra consumada de Cristo. Dios envío a su propio Hijo, quien fue rechazado. Sin embargo, lo que la soberana gracia de Dios se había propuesto, se cumplirá, a pesar de todo el fracaso humano. Esta gracia es vista en aquellos que ahora se pueden acercar a Dios en la libertad de una relación filial, teniendo libre acceso por medio de Aquel que está sentado a la diestra de Dios. Esta gracia será vista cuando, desde el cielo, Él introduzca el nuevo orden de cosas en la tierra y en todo el universo. Todo en este nuevo orden depende de Cristo y su sacrificio. La sangre de Abel, derramada injustamente, clama por venganza, y el Dios santo y justo será el Vengador. Sin embargo, la sangre de Cristo habla de cosas mejores, enfatizando los resultados gloriosos que Él ha traído como el Mediador.
Pronto, Él establecerá una nueva relación con su pueblo terrenal, y las bendiciones fluirán hacia su pueblo, e incluso a todas las naciones de la tierra. Su sangre muestra cuán grande es Dios; grande en amor, santidad y justicia. También atraerá todo a sí mismo (Jn. 12:32). ¿Qué diremos de esto? Nuestras bocas han sido abiertas para presentar alabanza desde ya. En el mundo venidero, todos los creyentes alabarán al Señor; mientras que todos sus enemigos se postrarán delante de Él.
Alfred E. Bouter