El Señor Está Cerca

Jueves
22
Julio

Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sin­cera fidelidad a Cristo.

(2 Corintios 11:3)

Los ataques de Satanás contra la Iglesia

La Iglesia de Dios tiene un enemigo que no duerme. Desde los pri­meros años de su historia este enemigo comenzó su ataque, pri­mero a través de la persecución externa, y luego, con mucho más éxito, seduciendo y corrompiendo desde adentro. Podemos estar agradecidos que Dios haya permitido que las artimañas de Sata­nás se han manifestado tan tempranamente en esta dirección, pues como consecuencia hemos recibido las epístolas del Nuevo Testa­mento, las cuales nos muestran el antídoto divino en contra de sus maquinaciones, así como el método divino para enfrentarlas.

Es asombroso que tanto Pablo como Juan hayan sido utilizados por el Espíritu de Dios como instrumentos para su testimonio a siete asambleas. Juan les escribió a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3; Pablo dirigió sus cartas a siete asambleas: Roma, Corinto, Galacia, Éfeso, Colosas, Filipo y Tesalónica. Es aún más asombroso que, en cada caso, cinco de siete iglesias tengan que ser corregidas. En Apocalipsis, solamente las cartas a Esmirna y Filadelfia no tienen un enfoque correctivo. Mientras que las epístolas de Pablo a los Romanos y a los Efesios solo se ocupan de exponer la verdad y dar exhortaciones basadas en ella. Las epístolas dirigidas a las otras cinco iglesias claramente tienen un fin correctivo, aunque sabemos que estas también despliegan gran cantidad de verdad.

Es hermoso ver el amor del apóstol Pablo a los Corintios, a quie­nes consideraba como hijos en la fe. Había muchas excusas para su condición de ignorancia. La ignorancia que nos caracteriza en nuestros días tiene menos excusas todavía, pues tenemos la com­pleta revelación de Dios escrita en su Palabra. ¿Qué nos sucede? ¿No tenemos un verdadero interés en las cosas de Dios? Tenemos el remedio en nuestras manos: la Palabra de Dios escrita. Estudié­mosla en dependencia del Espíritu de Dios, y entonces encontrare­mos la cura.

F. B. Hole

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