El Señor Está Cerca

Lunes
12
Julio

Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón.

(Jeremías 15:16)

Llevar a la práctica lo que aprendemos de la Palabra de Dios

Las infinitas profundidades de las Santas Escrituras solo se des­pliegan ante la fe y la necesidad. El acceso a ellas no requiere ni inteligencia ni poder intelectual, sino la simple sencillez de un niño. Aquel que compuso las Sagradas Escrituras debe abrir nuestro entendimiento para que podamos recibir sus preciosas enseñanzas. Y lo hará solamente si esperamos en Él, inquiriendo con verdadera seriedad de corazón.

Nuestro conocimiento puede aumentar solo a medida que realiza­mos lo que sabemos. ¡Nunca lo hará si nos sentamos como ratones de biblioteca a leer la Biblia! Podemos llenar nuestras mentes con conocimiento bíblico, doctrinas, y con toda la letra de la Escritura, pero aun así no tener ni un ápice de entendimiento espiritual o de poder. Debemos ir a ella como el sediento a las aguas o el ham­briento a la comida. Debemos ir a ella porque no podemos hacerlo sin ella—no solo estudiarla, sino alimentarnos de ella. Los instintos de la naturaleza divina nos conducen a la Palabra de Dios, tal como un niño recién nacido desea la leche para su crecimiento.

Dios nos ha dado su Palabra para formar nuestro carácter, gober­nar nuestra conducta y moldear nuestro camino. Por lo tanto, si la Palabra no tiene una influencia formativa y un poder gobernante sobre nosotros, será el colmo de la locura pensar tan solo en alma­cenar conocimiento de la Escritura en el intelecto. ¡Esto solo nos envanecerá y engañará! ¡Es muy peligroso transitar por una verdad no vivida, sin sentirla! No hay nada que nos arroje más fácilmente a las manos del enemigo que mucho conocimiento intelectual de la verdad sin una conciencia sensible, un corazón puro y una mente honesta. Es mucho mejor saber un poco en realidad y en poder, que profesar gran cantidad de verdades que se extienden sin poder ni influencia formativa en nuestras vidas. Solamente por la enseñanza del Espíritu Santo podemos realmente entender la Escritura.

C. H. Mackintosh

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