El Señor Está Cerca

Día del Señor
11
Julio

Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él.

(2 Corintios 5:21)

Revestidos del ropaje de justicia

Ven conmigo a la tumba de Jesús. Mientras yacía allí, ¿dónde estaba la justicia? Mira alrededor sobre la faz de toda la tierra; y te repito la pregunta: ¿dónde podía encontrarse la justicia? En ninguna parte; todos habían pecado. Todo el mundo permanecía culpable delante de Dios. Todo era oscuridad, pecado y muerte. El único Justo yacía muerto en la tumba. Pero mira ahora, la piedra ha sido removida; el Príncipe de Vida se levantó de entre los muertos. ¡Ah! Allí, y solamente allí, se halla la justicia—perfecta, resplandeciente e inmaculada. Aquel Cristo resucitado es tu cambio de vestimenta, el mejor vestido de Dios para ti y para mí. ¡Qué cambio! ¡Mis trapos viejos, mi antiguo yo, han sido quitados en tu muerte, Señor Jesús!; y tú, el Cristo resucitado, mi justicia eterna, brillas para siempre en el resplandor de la gloria de Dios.

Dios no solo te encontró en su infinita gracia, sino que te ha provisto un vestido de justicia que te hace apto para estar en su presencia. Sí, el padre no solo cayó sobre el cuello del hijo pródigo, y lo besó, sino que tenía preparado el mejor vestido, un anillo y calzado para sus pies—todo lo necesario para que estuviese en la fiesta del gozo. El pródigo no podría haber sido feliz en la casa del padre si aún vestía sus viejos harapos. El creyente redimido no podría ser feliz en la pre­sencia de Dios si aún vistiese los sucios trapos de la justicia propia.

Pero Dios le ha dado el mejor vestido, mejor que el que Adán vistió en inocencia; mejor que el que vistió el más exaltado de los ángeles, pues ambos fracasaron y sus vestimentas se contaminaron. Pero el Cristo resucitado jamás podrá fallar; ninguna mancha ensuciará el mejor vestido. Dios hizo que Él sea nuestra justicia: “Cristo Jesús; el cual por parte de Dios nos ha sido hecho sabiduría, y justicia, y santificación, y redención” (1 Co. 1:30 VM). Cristo verdaderamente fue hecho pecado por nosotros (es decir, todos los creyentes), y con la misma certeza nosotros hemos sido hechos justicia de Dios en Él.

C. Stanley

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